

El derroche es un problema de las sociedades desarrolladas que hay que frenar. Se produce en todos los procesos de la cadena alimenticia, desde la agricultura hasta el consumo. Si entre todos ponemos en práctica hábitos de compra y consumo más responsables, podremos mejorar las condiciones sociales y medioambientales. ¿Aceptas el reto?
Las cifras de alimentos que se tiran a la basura todos los días son alarmantes. Cada catalán lanza 35 kg de alimentos al año que se pueden aprovechar. Reducir el desperdicio es responsabilidad de todas y todos, y por eso es necesario hacer un esfuerzo para darle la vuelta a la situación. Buscar soluciones y medidas de prevención aplicables en el campo, al inicio del ciclo, pero también en la mesa.
Más de la mitad de los residuos que generamos en nuestros hogares podemos evitarlos aplicando buenas prácticas en la adquisición, conservación y preparación de los alimentos. Hay que ser conscientes del problema y pensar que los restos alimenticios son un recurso. Ahora más que nunca debemos poner en práctica aquella frase que hemos oído tantas veces de pequeños: "La comida no se tira". Debemos acostumbrarnos a ir de compras con una lista hecha de los alimentos y productos que necesitamos, calcular bien las raciones por cada miembro de la familia, buscar recetas de aprovechamiento, congelar la comida sobrante… como último recurso podemos hacer compostaje, útil como abono por las plantas.
¿Se ha parado alguna vez a pensar qué consecuencias tiene lanzar una manzana que se nos ha estropeado en la nevera? ¿Y tirar un corte de carne que hemos dejado en el plato? Las consecuencias no son sólo sociales y económicas, van más allá. El desperdicio alimentario genera un impacto directo en el medio ambiente. Todo el proceso de producción, almacenamiento y transporte deja una gran huella ecológica. Cuando lanzamos comida, también estamos lanzando los recursos que hemos destinado a su producción, y, por tanto, se pierde agua, energía y tierra fértil. Además, comporta un aumento de las emisiones de CO₂. Es evidente pues que hay que acabar con el desperdicio alimentario y caminar hacia un consumo más responsable y sostenible, que mejore las condiciones ambientales.
En resumen: producir mejor, consumir menos, aprovechar más y tratar los residuos como recurso.
Eva Salvat
Periodista